Ser derrotado sin sentirse vencido.
La frase parece incongruente pero no es así. Toda ves que en una práctica somos
atacantes (uke), terminamos con nuestro cuerpo en el piso. Sucede que al atacar
y no lograr el objetivo quedamos a merced de aquel a quien atacamos para que
entre en técnica. En una fracción de segundo nuestra situación cambia
totalmente, pasando de ser atacante a ser subyugado.
Por lo tanto debemos
asumir esta sitaución y salir de ella haciendo un ukemi (caida), salvando de
esta forma nuestra integridad física y así poder levantarnos para atacar
nuevamente. Esto se repite decenas de veces por cada práctica lo que hace que
lleguemos a la conclusión de que todos somos falibles, cometemos errores o
podemos perder; pero así como tantas veces caemos, otras tantas nos volvemos a
levantar.
Esta actitud asumida nos sirve para fortalecernos ante las dificultades que
la vida nos presenta cotidianamente.
A medida que el alumno incorpora los principios antes mencionados comienza a
modificar actitudes reconociendo y valorizando a sus semejantes como así mismo,
dando a cada cosa la importancia que está merece evitando conflictos
innecesarios y sobreponiéndose a aquellos que son inevitables.
Desarrollar
nuestras solidaridad hacia los demás
Durante una práctica si actuamos como
atacante (uke). Ofrecemos permanentemente nuestro cuerpo para que el otro
aprenda. Sabemos que al realizar una técnica puede llegar a causarnos cierto
dolor o incomodidad, pero es la única manera de que nuestro compañero aprenda.
Si nos negamos a esta situación cortamos el aprendizaje de nuestro compañero y
limitamos también nuestro crecimiento como aikidokas y como personas.
En Aikido
nos necesitamos unos a otros para que juntos logremos avanzar creciendo día a
día.
Muy ocasionalmente se dan casos de personas que, quizás creyendo que su
aprendizaje será más rápido, tal ves porque duden de la eficacia de las
técnicas y por eso las realizan con demasiada potencia o lo que es peor porque
les guste exhibirse desparramando gente para todos lados.
Lo cierto es que no
tienen en cuenta a su compañero de práctica, circunstancia en la cual pueden
llegar a lastimarlo. O'Sensei Ueshiba, creador del Aikido, puso ciertas pautas
para el aprendizaje y desarrollo del Aikido, quien no se atenga a ellas no
llegara nunca a ser un buen Aikidoka.
Relajación
y sensibilidad.
Una vez asumido que un cuerpo rígido, ir al choque u oponer fuerza a otra
fuerza no se compadece con las técnicas de Aikido, debemos aprender a
relajarnos. Si logramos cierto estado de relajación nuestros movimientos son
más rápidos y fluídos y adquirimos más sensibilidad con respecto a nuestro
atacante (uke). Este estado nos permite “sentir” al uke y saber si debemos al
realizar una técnica, dar un paso al costado (irimi) o retroceder (tenkan) y
así poder unirnos al uke y redirigirlo a nuestra conveniencia.
También al adquirir esa sensibilidad podemos controlar nuestros movimientos y
darnos cuenta a partir de que momento existe el riesgo de lastimar a nuestro
compañero de práctica, ya sea en una proyeccion o una retención. No olvidemos
que las técnicas de Aikido son sumamente peligrosas. De la misma manera cuando
somos atacantes (uke) debemos llegar a ese estado psico-físico pues la única
manera de evadirse de una técnica es percibiendo qué movimiento a de ejecutar
el atacante (nague) y así armonizar con esté en su técnica.